jueves, 8 de julio de 2010

Películas infravaloradas: Eyes Wide Shut

Eyes Wide Shut (1999) para muchos supone la obra menor de Stanley Kubrick. Para otros, donde se incluye un servidor, es una película más que notable.

Eyes Wide Shut narra la historia de un matrimonio formado por el médico William Harford (Tom Cruise) y su mujer Alice (Nicole Kidman). La pareja, a primera vista feliz, firme y sin fisuras, comienza a resquebrajarse tras una absurda discusión de celos. Situación fundamental para comprender la posterior actuación del Dr. Harford, que en una actitud de despecho y rencor, se acaba encontrando inmerso en una espiral de peligros presentados en forma de atracción hacia perversiones sexuales de toda clase, la mayoría de dudosa moralidad, y de los que el personaje interpretado por Cruise acaba salvándose por la sensatez dentro de la confusión personal en unas ocasiones, y por el azar en otras. Eso sí, la cinta siempre muestra claramente lo mal que podrían haber acabado esas perversiones en caso de haberse consumado carnalmente.

Por tanto, Eyes Wide Shut es un instrumento para mostrar los riesgos que suponen las relaciones sexuales ajenas al convencional matrimonio, una defensa tajante de la seguridad que provee, a todos los niveles, una vida sexual “tradicional”. Y sobre esa premisa, Kubrick construye una trama sin desenlace, pues nada importa lo que pase con el pianista, la chica enmascarada o la hija del vendedor de disfraces, no, a él le interesan el temor, el arrepentimiento y el posterior alivio de William Harford, su rostro de pánico, su mirada de remordimiento, la viva imagen del marido que ha obrado mal y nunca debió haber abandonado la seguridad del matrimonio. Así es Stanley Kubrick, un director que ha cimentado en gran parte su estilo contando historias orientadas a la más profunda exploración de la naturaleza humana en situaciones mentalmente extremas.

Sin entender eso, muy difícilmente puede gustar una obra, ya que debemos entender el contexto y el mensaje más allá del superficial entretenimiento que se le presupone a una película protagonizada por una pareja de éxito como la que formaban Cruise y Kidman. Ese mensaje nos hace reflexionar a un nivel más íntimo que lo habitualmente mostrado en las cintas melodramáticas, aquí existe una sentencia que debemos digerir tarde o temprano en nuestras vidas: los requisitos sexuales de nuestro cuerpo no se ocupan de la misma forma que los sentimentales. Y por ello, las situaciones sexuales ajenas a nuestra cotidiana vida en pareja se traducen en miedos, peligros y tabúes de los que es difícil contenerse.

Pero Eyes Wide Shut contiene mucho más que una profunda defensa a los pilares de la vida en pareja, que no es poco, además se trata de una película cinematográficamente magistral. Para el recuerdo quedará la majestuosidad con la que Kubrick trata las escenas de la orgía, con una fotografía y un uso de la cámara a la altura de lo visto en el resto de su filmografía. Tampoco quiero pasar por alto la angustia que vivimos junto al protagonista cuando éste es seguido por un hombre en la calle, donde al director le basta con unas notas de piano y una fotografía brillante para lograr algo que otros no consiguen en secuencias más trascendentes.



Mención aparte merece la injustamente minusvalorada interpretación que realizan Nicole Kidman y Tom Cruise. Ella es todo miradas, miradas naturales, sensuales, presuntuosas. Él roza la perfección ejerciendo de guía en esta particular travesía hacia lo prohibido, sin adornos ni fisuras, académico y natural, un actor soberbio.

A Kubrick para finalizar su obra le bastó con una palabra en boca de ella. Palabra ésta que cierra una conversación que hace las veces de desenlace. Un final abierto pero tajante, sutil pero desgarrador y con un último mensaje demoledor. Para mí, una de las mejores películas de los 90.

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domingo, 4 de julio de 2010

Grandes maestros vol.1: Sergio Leone.

Sergio Leone comenzó en el mundo de la dirección como ayudante activo de Mario Bonnard en "Los últimos días de Pompeya" (Gli ultimi giorni di Pompei, 1959). No sería éste su único trabajo previo a un largometraje propio, ya que también fue ayudante de dirección, aunque con una menor responsabilidad, en la superproducción "Ben-Hur" (Ben-Hur, 1959).

Su primer film como director fue "El coloso de Rodas" (Il Colosso di Rodi, 1961), un peplum de acción algo alejado de las obras de romanos salidas del Hollywood de la época que no le sirvió para ganarse la fama y el respeto que le darían obras posteriores. Tras dirigir la segunda unidad en "Sodoma y Gomorra " (Sodom and Gomorrah, 1962) de Robert Aldrich, logró el éxito como director con una película basada en la obra de Kurosawa "Yojimbo, el mercenario" (Yojimbo, 1961): "Por un puñado de dólares" (Per un pugno di dollari, 1964). Película en la que ya podían observarse las principales características del cine de Leone: el uso de la técnica y la elección musical como arma para mostrar y causar en el espectador la tensión de la escena, diálogos de calidad y violencia. "Por un puñado de dólares" supondría además el lanzamiento al estrellato del actor Clint Eastwood. Actor que repetiría en el papel principal de las siguientes obras de Leone: "La muerte tenía un precio" (Per qualche dollaro in più, 1965) y "El bueno, el feo y el malo" (Il buono, il brutto, il cattivo, 1966). Formando con estas tres películas la conocida como "trilogía del dólar" y que recaudó cifras enormes con la fórmula propuesta por Leone, que consistía en dilatar los tiempos narrativos acompañando las escenas con brillantes planos y la solidez de la música de Ennio Morricone, capaz de transportar al espectador a la acción y hacerle vivir la tensión del momento. Veamos el ejemplo perfecto y más conocido de dicha fórmula: el famoso trielo de "El bueno, el feo y el malo".



Tras esta trilogía sin relación argumental, Leone volvió a dirigir un western calificable de obra maestra y que contó con un increíble reparto (Henry Fonda, Charles Bronson, Claudia Cardinale...), "Hasta que llegó su hora" (C'era una volta il west, 1968). Veamos usando una escena de esta película un ejemplo del excelente uso de la cámara que poseía Sergio Leone además de su capacidad para adentrar al espectador en las vivencias del personaje.



Analicemos la escena. Una bellísima Claudia Cardinale llega a la estación, camina junto a una multitud mientras suena una alegre melodía, mira por una ventana (minuto 0:45). Tras dar unos pocos pasos algo contrariada y perdida, observamos al fondo el reloj sobre la entrada de la estación mientras su rostro permanece en primer plano (minuto 1:07). De pronto se gira y es ella la que mira detenidamente el reloj observando la hora, toma consciencia de su nueva situación al llegar a otra ciudad y la música cambia. Comienza una única secuencia, la mujer entra en la estación y somos nosotros los que miramos ahora por una ventana, en un magnífico ejercicio de profundidad de campo se intuye tras los cristales de la puerta y ventana del fondo la nueva ciudad, la cámara sube sobre el tejado de la estación hasta mostrar esa nueva ciudad con un plano general y a Claudia Cardinale atravesándola, mientras la música termina de alcanzar el clímax de la escena.

Su siguiente film, de menores aspiraciones, fue el western ambientado en la revolución mexicana "¡Agáchate, maldito!" (Giù la testa, 1971). Pasarían más de diez años hasta que viera la luz el proyecto de más larga gestación de Leone, que en esta ocasión no sería un western: la sobresaliente "Érase una vez en América" (Once Upon a Time in America, 1984), con Robert De Niro en el papel principal. Y con ella se cerró la filmografía de Sergio Leone, que falleció en el año 1989 en Roma a causa de un infarto.